In Oklahoma, hundreds of people experiencing unsheltered homelessness live in places most of us overlook: under bridges, in encampments, or even on a bus bench. For these neighbors, access to health care often feels impossible. But at Mental Health Association Oklahoma (MHAOK), we believe that health care is a human right, no matter where you live or what you’re going through.
That’s why MHAOK operates the only street medicine programs in Oklahoma, serving both Tulsa and Oklahoma City. Our Street Medicine teams go where people are, bringing essential medical care, hygiene supplies, and support directly to those experiencing unsheltered homelessness.
Sometimes, these services are met with open arms. More often, they begin with a simple gesture: a bottle of water, a clean pair of socks, or a cup of coffee. Building trust takes time—and it takes relentless compassion.
The Story of Mr. P
In August 2024, Tim Chandler, a nurse with MHAOK’s Oklahoma City-based Street Medicine team, met a man known as Mr. P, whose “home” was a bus vestibule. It was better than a sidewalk—it offered some shelter from the rain and wind, and a bench kept him off the pavement. But it didn’t protect him from the hottest summer days or the coldest winter nights. Mr. P accepted Tim’s offer of water and snacks but refused any additional services. Still, Tim and case manager Chris kept showing up.
Fall turned to winter, and Tim and Chris received a phone call from Andrea Russo, MHAOK’s case manager embedded in Central Oklahoma’s public transit system, Embark. Andera told them about a man sleeping at a bus stop with only a plastic tarp for warmth. It was Mr. P. This time, something changed. Tim and Chris gained enough trust to learn how he takes his coffee—large, with 17 sugars, and five creams. That coffee, along with dry socks, was rewarded with conversation. Mr. P asked them to return the following week.
And so they did. They kept bringing him coffee—just the way he liked it—and dry socks. Eventually, Mr. P allowed Tim to examine his feet. What Tim found was alarming—severe frostbite, open wounds, and a high risk of infection. Mr. P refused to go to the hospital, but he did allow Tim to clean and dress his wounds.
The next few months followed a similar pattern—Tim, Chris, and Andrea continued to build trust with Mr. P. He accepted help on his terms, while a wider network formed around him. The Oklahoma City Fire Department’s crisis team was able to convince Mr. P to go to the hospital, but he returned to his bench days later.
Soon after, Debbi McCullock, an advanced practice nurse practitioner (APRN), joined MHAOK’s Street Medicine team. She made call after call—email after email—advocating for a man many had given up on. Debbie made it clear: Just because Mr. P didn’t always accept care, didn’t mean he should be forgotten.
Eventually, Debbi’s persistence paid off. Mr. P was admitted to OU Medical Center for medical care and a mental health evaluation. While there, hospital staff discovered something extraordinary: Mr. P was reported missing seven years ago. His family had been searching for him ever since, hoping for a safe return to Houston, Texas.
On July 10th, after nearly a year of relentless compassion, Mr. P went home.
Mr. P’s story is powerful, but it is not unique. Across Oklahoma, people just like Mr. P are living without shelter, safety, or access to basic medical care. Thankfully, while there are many like Mr. P, there are also people like Tim, Chris, Andrea, and Debbi.
At MHAOK, we believe in meeting people where they are—with care, dignity, and unwavering commitment. Street Medicine isn’t just about treating wounds. It’s about building trust, offering hope, and helping people find their way back—to housing, to health, and sometimes, back to the arms of loved ones.
Programs like Street Medicine are made possible through the generous support of our donors. To ensure these vital services continue, please consider making a donation today.
_____________________
Compasión incansable: cómo la medicina callejera ayudó al Sr. P a encontrar el camino a casa
En Oklahoma, cientos de personas sin hogar y sin refugio viven en lugares que la mayoría de nosotros pasamos por alto: debajo de puentes, en campamentos o incluso en una parada de autobús. Para estos vecinos, el acceso a la atención médica a menudo parece imposible. Pero en la Asociación de Salud Mental de Oklahoma (MHAOK), creemos que la atención médica es un derecho humano, sin importar dónde vivas o por lo que estés pasando.
Por eso, MHAOK opera los únicos programas de medicina callejera en Oklahoma, prestando servicios tanto en Tulsa como en Oklahoma City. Nuestros equipos de Medicina Callejera van donde la gente está, brindando atención médica esencial, suministros de higiene y apoyo directamente a quienes se encuentran sin hogar y sin refugio.
A veces, estos servicios son recibidos con los brazos abiertos. Más a menudo, comienzan con un simple gesto: una botella de agua, un par de calcetines limpios o una taza de café. Generar confianza lleva tiempo y requiere una compasión incansable.
La historia del Sr. P
En agosto de 2024, Tim Chandler, enfermero del equipo de Medicina de Calle de MHAOK, con sede en Oklahoma City, conoció a un hombre conocido como el Sr. P, cuyo “hogar” era un vestíbulo de autobús. Era mejor que una acera: le ofrecía algo de refugio contra la lluvia y el viento, y un banco lo mantenía alejado del pavimento. Pero no lo protegía de los días más calurosos del verano ni de las noches más frías del invierno. El Sr. P aceptó la oferta de Tim de agua y refrigerios, pero rechazó cualquier servicio adicional. Aun así, Tim y Chris, el gestor de casos, seguían apareciendo.
El otoño dio paso al invierno, y Tim y Chris recibieron una llamada telefónica de Andrea Russo, gestora de casos de MHAOK integrada en Embark, el sistema de transporte público del centro de Oklahoma. Andera les contó sobre un hombre que dormía en una parada de autobús con solo una lona de plástico para abrigarse. Era el Sr. P. Esta vez, algo cambió. Tim y Chris ganaron la confianza suficiente para aprender cómo toma su café: grande, con 17 azúcares y cinco cremas. Ese café, junto con los calcetines secos, fue recompensado con conversación. El Sr. P les pidió que regresaran la semana siguiente.
Y así lo hicieron. Siguieron llevándole café, justo como a él le gustaba, y calcetines secos. Finalmente, el Sr. P permitió que Tim le examinara los pies. Lo que Tim encontró fue alarmante: congelación severa, heridas abiertas y un alto riesgo de infección. El Sr. P se negó a ir al hospital, pero sí permitió que Tim le limpiara y vendara las heridas.
Los meses siguientes siguieron un patrón similar: Tim, Chris y Andrea continuaron construyendo confianza con el Sr. P. Él aceptó la ayuda en sus términos, mientras se formaba una red más amplia a su alrededor. El equipo de crisis del Departamento de Bomberos de Oklahoma City logró convencer al Sr. P de ir al hospital, pero regresó a su puesto días después.
Poco después, Debbi McCullock, enfermera practicante avanzada (APRN), se unió al equipo de Medicina de Calle de MHAOK. Hizo una llamada tras otra, un correo electrónico tras otro, abogando por un hombre al que muchos habían dado por perdido. Debbie lo dejó claro: el hecho de que el Sr. P no siempre aceptara la atención médica no significaba que debiera ser olvidado.
Finalmente, la persistencia de Debbi dio sus frutos. El Sr. P ingresó en el Centro Médico OU para recibir atención médica y una evaluación de salud mental. Allí, el personal del hospital descubrió algo extraordinario: el Sr. P había sido reportado como desaparecido hacía siete años. Su familia lo había estado buscando desde entonces, con la esperanza de que regresara sano y salvo a Houston, Texas.
El 10 de julio, tras casi un año de incansable compasión, el Sr. P regresó a casa.
La historia del Sr. P es conmovedora, pero no es única. En todo Oklahoma, personas como el Sr. P viven sin refugio, seguridad ni acceso a atención médica básica. Afortunadamente, aunque hay muchas personas como el Sr. P, también hay personas como Tim, Chris, Andrea y Debbi.
En MHAOK, creemos en atender a las personas donde se encuentran: con cariño, dignidad y un compromiso inquebrantable. Medicina de Calle no se trata solo de curar heridas. Se trata de generar confianza, ofrecer esperanza y ayudar a las personas a encontrar su camino de regreso: a una vivienda, a la salud y, a veces, a los brazos de sus seres queridos.
Programas como Medicina de Calle son posibles gracias al generoso apoyo de nuestros donantes. Para garantizar la continuidad de estos servicios vitales, considere hacer una donación hoy mismo.